El éxito editorial comienza en el siglo XVI y continúa, con altibajos, hasta su prohibición en 1792.Desde muy temprano los moralistas atacaron a Celestina como libro que, lejos de lo que indicaba en el sequitur "Compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios", antes incitaba y enseñaba a tener amores ilícitos que a rehuirlos. El primero en desaconsejar la lectura de Celestina fue Juan Luis Vives, quien en su libro Instrucción de la mujer cristiana (1524, primera edición en latín) la igualaba a los libros de caballerías en su capacidad de corromper las costumbres.
" Fernando de Rojas era un gran lector, como testimonia el inventario de los libros que poseyó (los cuales se incluyen en su testamento). Las fuentes de su magna obra no son populares, sino cultas; sin embargo, no hay que menospreciar, como se suele hacer habitualmente, la experiencia vital del autor como abogado, que posiblemente le puso en contacto con el mundo criminal."
Se inspiró en la literatura Clásica. Un ejemplo de esto es el tema de la imperfección de la mujer, el cual puede venir de Aristóteles, pero que es a su vez un tópico literario medieval tan frecuente como el carpe diem, que aparece también en la obra. Por otra parte, el personaje de la lena (tercera o alcahueta) es muy habitual en el Ars amandi de Ovidio y en clásicos como Séneca, Plauto y Terencio.
Sí es determinante y fundamental en la obra de Rojas la obra filosófica del humanista Francesco Petrarca, y en concreto el De remediis utriusque Fortunae, que aparece citado 99 veces y que el autor conocía a través del Index o extracto de sus obras.
En cuanto a las huellas castellanas, están los dos arciprestes: Alfonso Martínez de Toledo y Juan Ruiz (posiblemente el Libro de buen amor no lo conoció directamente, sino que tendría comunidad de fuentes en el Pamphilus), la Crónica General, el Tristán de Leonís, la Cárcel de amor y las obras de Juan de Mena, Jorge Manrique, y Juan del Encina.
Fuente Wikipedia.
Interpretaciones de la obra:
"....La Celestina refleja muy bien el sentimiento pesimista del fin del Medievo. Es el otoño de la Edad Media en el que todo es efímero, sobre todo la vida. La danza de la muerte es el tema principal. La muerte dirige la danza, que es la vida, y la muerte hace a todos iguales pues para todos llegará en cualquier momento. Por ello hay que aprovechar las contadas ocasiones de felicidad pues pueden pasar rápidamente. El amor, las comidas, las fiestas, la bonanza del huerto, etc. son los placeres que se disfrutan un poco convulsivamente pues está claro que la muerte puede aparecer sin anunciarse. Sempronio y Pármeno saltan por la ventana y Calixto pierde pie en la escala. En realidad sólo Melibea decide su muerte material, aunque, verdaderamente ella ha muerto a la vida cuando Calixto ha desaparecido. La muerte no sólo iguala clases sociales, también iguala a los hombres y a las mujeres en este caso.
Las mujeres de La Celestina representan las contradicciones de una sociedad en crisis, la sociedad del fin de la Edad Media, y la riqueza de pensamiento de un momento en el que esta crisis de los valores tradicionales feudales propicia nuevos planteamientos de libertad e igualdad, social, cultural, religiosa, de género. Las palabras de Areusa en el acto IX no se conciben sin todos los movimientos sociales que recorrieron Europa en los siglos XIV y XV, sin toda la serie de nuevas corrientes religiosas como la Devotio moderna o los planteamientos de Huss o Wiclef que antecedieron a la Reforma. Así mismo, hay que tener presente las corrientes humanistas que desde el Trecento afloraban en Italia.Y también hay que pensar en mujeres, como Cristina de Pizán, que están proponiendo en sus escritos una sociedad de mujeres, escritos que en Castilla se conocían pues se sabe que formaban parte de algunas de las bibliotecas cuyos inventarios se han conservado, como la de Isabel la Católica. Todo ello da lugar a un momento de crisis que propicia una cierta libertad de acción y de pensamiento que tienen las heroínas celestinescas. Alisa, la mujer del burgués, totalmente sometida a su marido y a las convenciones sociales, anuncia cuál va a ser el camino y la futura situación de las mujeres, que era la preconizada por el patriarcado y en la que muchas mujeres se mantenían inmersas...."FUENTE: Las mujeres en La Celestina. Cristina segura Graíño. Narea 2001.
EL FIN DEL MUNDO MEDIEVAL.
En la versión revisada de LA CELESTINA.; edición de Joaquín Juan Penalva, Areusa opina del vulgo y se lamenta de su condición de sirvienta.
AREÚSA.- Ninguna cosa es más lejos de la verdad que la vulgar opinión. Nunca alegre vivirás si por voluntad de muchos te riges. Porque éstas son conclusiones verdaderas, que cualquier cosa que el vulgo piensa es vanidad; lo que habla, falsedad; lo que reprueba es bondad; lo que aprueba, maldad. Y pues éste es su más cierto uso y costumbre, no juzgues la bondad y hermosura de Melibea por eso ser la que afirmas.
SEMPRONIO.- Señora, el vulgo parlero no perdona las tachas de sus señores y así yo creo que, si alguna tuviese Melibea, ya sería descubierta de los que con ella más que nosotros tratan. Y aunque lo que dices concediese, Calisto es caballero, Melibea hijadalgo, así que los nacidos por linaje escogidos búscanse unos a otros. Por ende, no es de maravillar que ame antes a ésta que a otra.
AREÚSA.- Ruin sea quien por ruin se tiene. Las obras hacen linaje, que al fin todos somos hijos de Adán y Eva. Procure de ser cada uno bueno por sí y no vaya a buscar en la nobleza de sus pasados la virtud.
(...)
AREÚSA.- Así goce de mí, que es verdad que estas que sirven a señoras ni gozan deleite ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes, con iguales a quien puedan hablar tú por tú, con quien digan: «¿qué cenaste?», «¿estás preñada?», «¿cuántas gallinas crías?», «llévame a merendar a tu casa»; «muéstrame tu enamorado»; «¿cuánto ha que no te vio?», «¿cómo te va con él?», «¿quién son tus vecinas?» y otras cosas de igualdad semejantes. ¡Oh tía, y qué duro nombre y qué grave y soberbio es «señora» contino en la boca! Por esto me vivo sobre mí desde que me sé conocer, que jamás me precié de llamarme de otra sino mía, mayormente de estas señoras que ahora se usan. Gástaste con ellas lo mejor del tiempo y con una saya rota de las que ellas desechan pagan servicio de diez años. Denostadas, maltratadas las traen, contino sojuzgadas, que hablar delante ellas no osan. Y cuando ven cerca el tiempo de la obligación de casarlas, levántanles un caramillo: que se echan con el mozo o con el hijo, o pídenles celos del marido, o que meten hombres en casa, o que hurtó la taza o perdió el anillo; danles un ciento de azotes y échanlas la puerta fuera, las haldas en la cabeza, diciendo: «¡allá irás, ladrona, puta, no destruirás mi casa y honra!». Así que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas; esperan vestidos y joyas de boda, salen desnudas y denostadas. Éstos son sus premios, éstos son sus beneficios y pagos. Oblíganse a darles marido, quítanles el vestido. La mejor honra que en sus casas tienen es andar hechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes a cuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca de ellas, sino «puta acá», «puta acullá», «¿a dó vas, tiñosa?», «¿qué hiciste, bellaca?», «¿por qué comiste esto, golosa?», «¿cómo fregaste la sartén, puerca?», «¿por qué no limpiaste el manto, sucia?», «¿cómo dijiste esto, necia?», «¿quién perdió el plato, desaliñada?», «¿cómo faltó el paño de manos, ladrona? A tu rufián le habrás dado», «ven acá, mala mujer, ¿la gallina habada no parece?, pues búscala presto, si no, en la primera blanca de tu soldada la contaré». Y tras esto mil chapinazos y pellizcos, palos y azotes. No hay quien las sepa contentar, no quien pueda sufrirlas. Su placer es dar voces, su gloria es reñir. De lo mejor hecho menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, exenta y señora, que no en sus ricos palacios, sojuzgada y cautiva.
ENLACES:
-PNTIC.
-CERVANTES VIRTUAL, BIBLIOTECA DE OBRA.
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